Me da en la espina que este blog virará en otra dirección. Sin concesiones. Richard Hell dijo verdades como puños, igual que Wittgenstein. Muerte y vida juegan a las payanas en el mismo rincón. Se ríen a hurtadillas de las pajas mentales que antropos se monta con su logos disfuncional.
En fin. Que hay quienes venimos notando, desde hace tiempo, que el humano piensa una cosa y dice otra. Que el discurso esté manipulado no es ninguna novedad, lo que no vamos a consentir es que manipulen el nuestro. Cuestión de principios: principios que se enuncian tal y como son pensados. Esto podrá generar agresión, aunque no tanto como el discurso encubierto. O los cheques sin fondo que producen balazos. O esa retorcida costumbre de no opinar porque no conviene o me da pereza, aunque luego vayamos por ahí hablando de justicia social. El discurso se devora a sí mismo cuando no se sustenta en la acción.
Pretendo una escritura capaz de llegar tanto a la maruja con fregona como a los lectores de nuestro querido Wittgenstein. Seré ambiciosa, pero puedo permitírmelo porque ya no tengo más nada que perder. Los que más temen son los que más tienen que perder. Los que se ocultan será porque tienen algo que ocultar. Yo ni temo ni pierdo ni oculto: prefiero arrasar. Narcisa se divierte dando brincos: ¿qué importa lo que yo pretenda?
En fin. Que hay quienes venimos notando, desde hace tiempo, que el humano piensa una cosa y dice otra. Que el discurso esté manipulado no es ninguna novedad, lo que no vamos a consentir es que manipulen el nuestro. Cuestión de principios: principios que se enuncian tal y como son pensados. Esto podrá generar agresión, aunque no tanto como el discurso encubierto. O los cheques sin fondo que producen balazos. O esa retorcida costumbre de no opinar porque no conviene o me da pereza, aunque luego vayamos por ahí hablando de justicia social. El discurso se devora a sí mismo cuando no se sustenta en la acción.
Pretendo una escritura capaz de llegar tanto a la maruja con fregona como a los lectores de nuestro querido Wittgenstein. Seré ambiciosa, pero puedo permitírmelo porque ya no tengo más nada que perder. Los que más temen son los que más tienen que perder. Los que se ocultan será porque tienen algo que ocultar. Yo ni temo ni pierdo ni oculto: prefiero arrasar. Narcisa se divierte dando brincos: ¿qué importa lo que yo pretenda?
Estoy conociendo personas que creen en otra manera de vivir. Resulta jugoso conocer gente de carne y hueso. Dicen lo que piensan, y si nos les gusta algo también lo dicen y luego se van. Y tanto lo entiende una maruja como alguien que haya leído al vienés... ¿no es genial? Estoy tan emocionada con el descubrimiento que la semana pasada creí que había sido abducida. Así que me puse a dar saltos montada en el tímpano de una caracola. A jugar con una canica de goma por todo el salón mientras el resto cenaba.
Personas que dicen lo que piensan... ¡asombroso! ¿Será que he dado un paso dentro del Stargate sin darme cuenta, y he caído en la vereda donde en Nochevieja la gente sale con una copa de sidra a brindar con el vecino? ¡Alucinante! Resulta difícil definir el fenómeno, pero cómo os diría... y aunque no os lo creais (me cuesta teclear, se me enredan los dedos de la emoción): esta semana he visto gente mostrando sus heridas como hacen los niños con sus cicatrices. De veras. Y lo más conmovedor: ¡no hacen psicoterapia! Y lo que es todavía más perturbador: ¡pude mostrar las mías mientras jugaba a la comba y nadie me pidió dinero!
Ahora ya sé lo que es viajar en el tiempo y que las palabras salgan por la boca y no por el hueco de una axila. Ahora ya sé cómo es la democracia, papi: tiene forma de círculo abierto y una vez dentro nadie te pedirá que le masturbes el ego.
Igual creo que se trata de algún tipo de mutación. Esta gente no es completamente humana. O mejor dicho, sí lo es, y tanto, que no lo parece. Soy feliz.
Photo-post: Subbotin
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