29/6/10

Especie en extinción

Lo que vais a leer no es una pieza literaria ni mucho menos. Pero se trata de un más que acertado texto que por su franqueza y desparpajo me parece legítimo difundir. Es un estracto del libro Masculinidad tóxica, de Sergio Sinay (Ediciones B, Argentina, 2006) y lo comparto con vosotros:

Querido congénere:

Esta carta no podía tener otro destinatario que no fueras vos. Nadie podría entender mejor de qué hablo, qué quiero decir. Querido congénere, vos y yo, varones ambos, estamos en peligro de extinción. Así como nos mandaron a vivir nuestras vidas de hombres, así como nos mandaron relacionarnos con las mujeres, con nuestros hijos, con las cosas, con los seres, con el mundo, así no va más.
Te quiero contar cosas que escucho, que siento, que pienso, que vivo y que veo, cosas que nos involucran y que, quizás, no ignoras y te preocupan tanto como a mí. Veo mujeres tristes, desalentadas, resignadas a no encontrarse emocionalmente con nosotros, a no contarnos como compañeros de vida, digo como verdaderos compañeros de vida, como hombres dispuestos a explorar con ellas los espacios desconocidos del afecto, a confiar en que nuestras diferencias nos enriquecerán, dispuestos a mirarlas con cariño, con ternura, con humor, además de con deseo. Veo mujeres que no nos entienden ni se sienten entendidas por nosotros, mujeres que han hecho hasta lo imposible por comunicarse (y debo decirte querido congénere, que a menudo hacen de más, se ponen demasiado ansiosas, sofocan, se adelantan a nuestros tiempos). Han hecho hasta lo imposible guiadas por la mejor, la más amorosa de las intenciones. Y hoy a muchas las veo y escucho resignadas a convivir con hombres que siempre serán extraños y lejanos o, directamente, a prescindir de ellos. Muchas mujeres prefieren compartir su tiempo con otra u otras mujeres: reciben más afecto, más comprensión, más compañía (aunque le falte el tipo de compañía, comprensión y afecto masculinos que tienen otra energía, otra vibración, no opuesta sino complementaria). Hay mujeres a las cuales empezamos (sólo empezamos) a resultarles prescindibles. Y si prescinden de nosotros, ellas estarán sin hombres, pero los que estaremos verdaderamente solos seremos nosotros, te lo aseguro. Nosotros, los varones sabemos muy poco, o nada, de estar solos, salvo en las trincheras o arriba de un ring. Y aún así, nos damos el dudoso lujo de aislarnos.
Por las dudas, te lo aclaro: cuando digo que las mujeres acabarán prefiriendo estar con mujeres, no hablo de sexo. Lo aclaro porque sé que los varones sabemos poco de intimidad, simplificamos y nos confundimos. Estarán juntas de un modo que nosotros no sabemos estar entre nosotros. Espero que entiendas. Y si no, hermano, espero que empieces a aprender a entender.ç
Veo y oigo, también, a muchos hijos desalentados. Ya no hacen más esfuerzo por acercarse a sus padres, ya no esperan que sus padres se acerquen a ellos, quiten el candado de la distancia emocional, compartan sentimientos, sensaciones. Ya no esperan que sus padres se interesen de verdad por lo que a ellos o ellas (hijo, hija) les pasa, ya no aspiran a ser revalidados por la amorosa y firme mirada paterna. No sé si te ocurre, no sé si te ha tocado, pero he sido testigo u oyente de muchas palabras de hijos desalentados. Dicen cosas como “A mi viejo no vale la pena pedirle nada, nunca tiene tiempo, siempre está ocupado”. O dicen: “Me hubiera gustado verlo en la entrega de diplomas, me hubiese gustado que estuviera allí (y no en una reunión o jugando al tenis o llevando el coche al taller) el día que traje a mi novia por primera vez a casa”. O dicen: “Me gustaría no sentir este silencio incómodo cuando nos quedamos solos. Me gustaría que me mire a los ojos cuando me habla. Me gustaría que no opine sobre todo lo que digo. Me gustaría que me escuche sin juzgarme. Me gustaría que alguna vez me prohíba algo y me lo explique, así puedo aprender. Me gustaría que no me trate como a un amigo, que no se haga el pendejo, que no me robe mi manera de hablar; necesito sentir que es mayor que yo, que tiene otra experiencia, que sabe cosas que no sé, que podré confiar en él si me pierdo. Y así, con un padre pendejo, no puedo. Y paso vergüenza ante mis amigos, porque encima no funciona como pendejo”.
Muchos de esos hijos, hermano varón, ya no buscan a sus papás, se han resignado a perderlos emocionalmente o a tenerlos sólo como proveedores. Y eligen como confidente a mamá. Ella, que nunca fue varón, que no se siente como varón, que carece de experiencia de varón, tiene que explicarles desde qué hacer con una chica (¡yo tampoco lo creía hasta que fui testigo varias veces!), hasta como enfrentar una situación temida. Para esos hijos pronto seremos prescindibles. Ellos se quedarán, funcionalmente, sin padre, les será doloroso pero seguirán adelante con su vida, aprenderán a ser hombres de alguna manera, acaso sean buenos hombres. Los que nos vamos a quedar de veras solos somos nosotros.
No sé si te pasa, no sé si lo sientes, observo cada vez más hombres que desconfían de otros hombres, que los ven como enemigos, como obstáculos, o a lo sumo los ven como instrumentos, como medios. “Este tipo me sirve o no me sirve, lo tengo que cuidar o lo tengo que cagar”. Escucho eso, lo escucho con una frecuencia que me alarma. Pasa en las empresas, en la política, en la vida social, en los clubes, en las agrupaciones profesionales. Veo cada vez más hombres enceguecidos por la ambición, a los que no les importa qué precio (moral, en salud, en dinero, o reputación) hay que pagar para tener. Tener, ésa es la palabra, hermano varón. Tener poder, mujeres, plata, casa, cosas (no importa qué cosas: cosas). Cuando hay tan poca solidaridad, tan poca empatía, tan poca camaradería entre los varones estamos mal, hermano varón. Nos quedaremos solos, solos entre nosotros, solos y en guardia, solos y enfermos.
Cada vez veo más hombres deprimidos, hombres que no duermen, hombres que parecen pastillerosviagra, alopidol, alplax, clorazepán, ansiolíticos, sedantes, antiácidos, antiinflamatorios, analgésicos, farmacias que caminan), hombres que desoyen todos los síntomas con que sus cuerpos les hablan, hombres con dolores, con malestares físicos o emocionales a los que prefieren no atender. Morimos antes de tiempo o llegamos estropeados a nuestra vejez. Necesitamos, para nosotros y para otros, llegar vivos a la hora de nuestro final, con capacidad para convertir nuestras experiencias en sabiduría y para hacer de nuestra sabiduría una herramienta al servicio de nuestros afectos y nuestro mundo. Pero la gran mayoría de nosotros estamos llegando vacíos, sin nada para transmitir, habiendo acumulado vivencias como quien junta fotos, pero sin haberlas transformado en algo trascendente.
Así no va más, hermano varón, querido congénere. Con nuestra violencia, con nuestra ausencia de perdón, de comprensión, de flexibilidad, estamos destruyendo el mundo. Digo nosotros, digo los varones, no es un “nosotros” abstracto. Digo los hombres (no digo “la humanidad”), los que tenemos pito y voces gruesas y pelos en todas las partes (a veces no en la cabeza). ¿Se entiende, muchacho? Digo que los varones, con nuestro maldito mandato machista, ya hemos hecho mucho daño y ya nos hemos dañado a nosotros. Así, no va.
Seremos prescindibles para las mujeres. ¿Quien nos hizo creer que estarán siempre a nuestros pies, muertas por nuestros pitos? Seremos prescindibles para nuestros hijos. La paternidad biológica es solo un dato, un accidente, hay que darle sentido, llenarla de contenido. Prescindimos entre nosotros el uno del otro, apenas nos usamos. Así no se construyen vínculos fraternales y fecundos. Ya hay mujeres (narcisistas si querés, egoístas si te parece, estoy de acuerdo) que nos usan de padrillos, a veces sin que los sepamos, para tener hijos y librarse de tener maridos. Ya hay fecundación in vitro. Y si la clonación avanza (Dios no permita que esos locos omnipotentes lleguen a cumplir, invocando a la ciencia, sus sueños demenciales) bastará con una célula materna para crear un hijo. Y no seremos necesarios ni como sementales. Será el ominoso final de un modelo que nos hizo creer invulnerables, poderosos y ganadores. ¿Qué ganábamos, querido congénere?
¿De veras no estás un poco harto de tener que demostrar todo el tiempo que tenés huevos? ¿Qué quiere decir tener huevos? No es algo que elegiste, no es algo que se logra con esfuerzo, con aplicación, con creatividad. Terminémosla con los huevos. La mayoría de nosotros (la penosa inmensa mayoría) ni siquiera sabe qué función cumplen los testículos en nuestro organismo
¿De veras no estás harto de demostrar tu aguante, de bancártela solo? También los burros tienen mucho aguante. Y los bueyes. ¿Hay algo más por lo que destaques? ¿Algo propio, generado desde tu corazón?
¿De veras no estás harto de tener que demostrar a las mujeres el largo y el grosor de tu pene, de tratar de batir récords cuando estás con ellas? ¿No estás harto de ir a la cama con pavor de que tu arma tenga la pólvora mojada? ¿No estás harto de negarlo, lo vas a negar ahora una vez más? Yo soy como vos, de manera que aquí podés ahorrártelo. Y, de paso, ¿no te gustaría saber un poco más acerca de cómo sienten sexualmente las mujeres, de qué les gusta, de qué esperan de vos antes de que empieces con tu exhibición y las dejes afuera? ¿No crees que podés llevarte alguna grata sorpresa al averiguarlo? ¿O para vos no hay nada que aprender? ¿Dónde aprendiste tanto? ¿Te lo enseñó tu papá, o algún hombre mayor sabio, cariñoso, afectuoso y comprensivo? ¿O lo aprendiste de oídas? ¿O pagando a una mujer de la cual no recordás el rostro? ¿De veras no estás harto?
¿De veras no estás harto de mirar de reojo el coche del tipo del lado, y si es más nuevo o potente que el tuyo, salir corriendo a cambiar tu coche para que no crean que sos pobre o que tenés menos poder, o que la tenés más corta?
¿De veras no estás harto de hablar sólo de lo bien que te va, de callarte los dolores, las dudas, las vergüenzas? Digo, ¿no estás harto de aparentar, de competir aún de palabra, de tapar, de disimular?
¿De veras no estás harto de tanto chiste machista, de tanto infantilismo acumulado, de tanta simpleza intelectual, de tanto desprecio por las mujeres, por los homosexuales, por los que apuestan a otra vida y a otros vínculos sin que pierdan por eso ni una gota de testosterona? ¿No estás harto, eso quiero decir, de vivir con el culo apretado por el miedo, por el pánico a lo diferente?
¿No estás harto de justificar guerras, matanzas y destrucciones en nombre de la política? ¿No estás harto de callar, por miedo a que te llamen tonto, ingenuo o maricón, tu oposición a la muerte de quien sea, de un palestino, de un libanés, de un judío, de un afgano, de un iraquí, de un serbio, de un croata, de un ruso, de un indio, de un paquistaní, de una mujer, de un chico (de miles y miles de chicos), no estás harto de tu propio silencio e inacción?
¿No estás harto de tener sólo cuatro o cinco temas de conversación (mujeres, política, fútbol, economía, tecnología) temas seguros, donde nunca arriesgarás nada personal, temas protegidos, temas que, a fuerza de ser los único, te alejan de otros temas, de otra gente, del corazón de otra gente (mujeres, hijos, amigos, nuevos seres a conocer) y de tu propio corazón?
¿No estás harto de ser un eterno adolescente, alguien que se niega a entrar en las etapas evolutivas de la vida, alguien que se convierte, mientras pasan los años, en la patética caricatura de un púber y que , por muy macho que se diga, no tiene coraje (o huevos, como te gusta decir) para emprender la aventura espiritual, emocional y cósmica de convertirse en un hombre de verdad, un hombre de los que el mundo, y las mujeres, y nuestros hijos, y los otros amigos, necesitan?
Si no estás harto, acaso cuando lo estés ya sea tarde, ya estarás definitivamente solo, ya serás absoluta e irreversiblemente prescindible. Si no estás harto, formás parte de una especie en extinción. También los dinosaurios lo eran, aunque no lo supieran, cuando parecían enormes y poderosos. Formás parte de una especie en extinción y no habrá una ONG que esté dispuesta a rescatarte. Otras especies serán prioritarias. Especies que no depredan, que no discriminan, que no asesinan masivamente entre sí, que equilibran el universo.
Si estás harto, el momento de cambiar es ahora. No hay excusas, no hay peros.
Así no va más. Me dirás que sí va, mire quienes gobiernan los países, quienes están al frente de las empresas, quienes rigen el deporte, quienes manejan las finanzas, quienes son los economistas que ven números pero no personas, quienes inventan cada día una guerra para seguir vendiendo armas y robando petróleo mientras invocan causa inexistentes, quienes mandan a morir a los hijos de los otros, quienes intoxican a nuestros hijos con la comida chatarra, televisión chatarra, juguetes chatarra, ideas chatarra, quienes nos hacen creer que moriremos si no tenemos un auto, un plasma, una computadora de ultimísima generación, que seremos poca cosa sin una zapatilla que hasta marca nuestras pulsaciones, quienes manipulan nuestra salud desde las corporaciones farmacéuticas. Miro y los veo. Son hombres insalubres, inoculados e inoculadores de un paradigma tóxico. Y son mayoría. Es cierto. Pero te repito. También los dinosaurios parecían invulnerables, cuando, aunque ellos no lo supieran, ya estaban en extinción. Y, de paso, pido perdón a los dinosaurios por la comparación. Estos hombres no son inocentes como eran ellos. Son imputables. A esta altura de la historia, de las comunicaciones, de la sociología, de la psicología, de la información y del conocimiento, son imputables. No podrán decir que no sabían. En todo caso que digan que les gustaba y les creeremos. No podrán decir que cumplían mandatos. La civilización ha vivido cosas que impiden aceptar esa excusa.
Por eso digo, hermano varón, que si estás harto sólo te queda el camino de empezar a cambiar tus conductas. No tus palabras, no basta con que cambies de discurso. Hay que transformar las acciones, las actitudes, los hechos. Y también las palabras. Quedarte en el discurso te hará imputable. El tiempo es ahora. El lugar es tu casa, tu trabajo, el espacio que compartes con tu mujer (o con las mujeres), con tus hijos, con otros hombres. Es aquí y ahora, cada día en cada lugar. Ya. No te dejes engañar por esa mayoría de hombres que ves. Los varones somos, con el paradigma masculino hegemónico hoy vigente, una especie en peligro de extinción. Y esos tipos son los responsables. ¿Querés ser como ellos? Yo no.
Me preguntarás desde dónde hablo, qué derechos me arrogo. Cuál es mi púlpito. Me identifico. Soy un varón de este mundo, de este tiempo. Un marido, un padre, un profesional. Un hombre que ha vivido ya más de la mitad de su vida y ha experimentado todos los mandatos del paradigma. Que hace tiempo ya no quiere más de eso.
Soy un hombre harto de estos hombres. Un hombre que tiene con ellos una cuestión personal, porque degradan mi sexo. Soy un hombre al que le duelen los tiempos que vive. Un hombre que tiene la visión de un mundo compasivo y fraternal, inclusivo, enriquecido por la diversidad, fecundo. Un hombre harto que sospecha no ser el único hombre harto.
Si también estás harto, nos encontraremos en el camino.
 

Hasta entonces, un abrazo fraterno.

Difundido por: Círculo de mujeres

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Somos hijos de los tiempos que corren. Hemos querido correr tanto como ellos, olvidando que el ser humano es la medida de todas las cosas, y ahora lo pagamos.
¿El Capitalismo es el cancer de esta sociedad? Puede ser. Pero no olvidemos que a los que están en el poder los hemos votado nosotros: no tenemos ya la excusa antigua de las dictaduras.
El mundo corre a la velocidad que nosotros mismos le hemos inferido con nuestra soberbia de niños mal criados.
Por suerte quedan algunas islas, algunos grupos irreductibles donde el tiempo va mucho más despacio.

Mercedes Thepinkant dijo...

Sublime, escalofriante por su franqueza. Me parece imprescindible compartirlo. Sé que muchas personas piensan así pero no saben como hacer para cambiar. Las mujeres ya no podemos ayudarles más, yo lo he intenté, te juro, de mil maneras, casi me fue la vida en ello y abandoné agotada y decepcionada conmigo misma. Ahora me doy cuenta. No podemos sujetarles más, tienen que darse cuenta ellos, sino, se extinguirán, efectivamente.

Lo paso, con tu permiso, a todos los hombre y mujeres que pueda.

Besos

Diógenes dijo...

Muy interesante blog con artículos muy interesantes.
Un saludo de Diogénes Bitácora.

RAB dijo...

Paseante y Mercedes (¿será Mercé?): sois los Adán y Eva de este post. Pioneros míos de la pasión íbera: bienvenidos al planeta reciclable de RAB.
Dióegenes bienvenido también (aunque no creo que tú seas la serpiente :)
Besos

CHINCHU-LYN dijo...

Acción-reacción. esta entrada merece por lo menos 1 comentario más. Seguimos con la generación N ahora en todo su esplendor. Y acá no hay tu tía, no hay manera de rebatirlo, porque encima el que escribe... es un hombre. Lo que propone es difícil, aunque no imposible y se viene hablando de ello desde hace tiempo. Lo que yo digo es: no desmayeis, mujeres, en vuestro empeño de encontrar al homo sensibilis: si existe don Sergio, habrán otros más :)
Viva Yo.
Hablando en serio: me gustó mucho esta entrada, la disfruté de cabo a rabo. Y bo creas, si supieras la cantidad de veces en que uno se corta ante "el congénere" y le entra vergÜenza ajena...
ufff si te contara...

Noite de luNa dijo...

Siempre me ha gustado darle la vuelta al hombre.
Nunca me he creido que fueran tan duros como se muestran.
Será que he crecido junto a cinco chicos y he ido viendo su crecimento, sus alegrías, sus decepciones y lo que la sociedad les ha exigido.
Al final, el corazón se esconde tanto que no se encuentran.

Arañemos un poco la "cáscara" de un hombre y detrás encontraremos a un ser estupendo,cálido y maravilloso.

No siempre. Tampoco las mujeres sómos maravillosa siempre.

Bueno, yo sí y supongo que mercedes y tú, también

Besos y me ha gustado mucho

RAB dijo...

Mi querida Eva2 (akimekdaré) :) suscribo cada una de tus palabras. Que quedan rubricadas en el comentario final de Chinchu: "Y no creas, si supieras la cantidad de veces en que uno se corta ante "el congénere" y le entra vergüenza ajena". En ciertas sociedades, sobre todo, donde mostrar algo de sensiblidad puede significar quedar "como un maricón", o en otras, donde no es tan evidente aunque se piense y no se diga. Sin embargo, yo conozco gays tan insensibles como el peor de los machistas, y mujeres más machistas que el peor de los neanderthales, pero en plan fino, así que ya lo ves: en la veriedad está el gusto.
Lo que plantea Sergio es un cambio removedor y sin pelos en la lengua, y lo plantea en un lenguaje coloquial que llega a todos. Especialmente la parte en que pone: "No tus palabras, no basta con que cambies de discurso. Hay que transformar las acciones, las actitudes, los hechos. Y también las palabras. Quedarte en el discurso te hará imputable".
Besote :+

Fackel dijo...

RAB. Me queda la duda de si esa carta la ha escrito un hombre o un psicoalgo argentino, sea hombre, mujer, hermafrodita o en cambalache.

Sus razones tiene. Y sí, creo que nos encontraremos en el hartazgo, de unos y de otras.

Mercedes Thepinkant dijo...

Estupendos los comentarios también, hay esperanza.

Con tu permiso, me pido Lilith en vez de Eva.

Un beso

RAB dijo...

Jajajajaja... Mercedes, no creas que no me lo pensé antes de poner Eva :) pero con mucho gusto, si quieres Lilith, pues que sea Lilith.
Fackel, Sinay es un sociólogo, es padre, esposo, y no se define como hermafrodita, creo (aunque podría serlo, y en ese caso ya no sería lo mismo). En cuanto a hartarnos los unos de los otros: yo, en absoluto, ME ENCANTAN los hombres, y no sólo para el sexo. A mí no me hartan en absoluto. Los que sí me hartan son los hombres hartados, y por egoísmo. Esos, no sólo me hartan: no me ponen un pelo. Para mí, esos ni sexo tienen, por mucho cuelgue que tengan entre las piernas. Y me da igual el tamaño (del pene, de la sensibilidad ya es otro cantar).

Fackel dijo...

Por cierto, ¿qué has hecho de la paronimia? ¿Arrepentimiento?

RAB dijo...

:D
me pareció que contrastaba demasiado con el resto, y la he quitado. Arrepentimiento, sí.

Unknown dijo...

afortunadamente me identifico con el autor, nunca entendí porque me tenia que adaptar a tantas cosas que no sentia, eso me costó un precio que, ahora entiendo, me ha limitado mucho para desarollar lo que realmente era, y como le pasa a él, es en la mitad de la vida que me doy cuenta del porque no fui todo lo que quise como hombre o no como quise, pero aun estoy descubiendome..y si claro si que he sido tan estupido en varias maneras ..Las crisis enseñan , y muestran que es y no es lo mismo.
Recuperé la sensibilidad no perdida, pero algo atrofiada y aún asi creo en ese lado masculino que entiendo, sin saber definir, es algo que no sería solo parte de los hombres sino de las mujeres, de todos, igual que lo tenido por femenino. Por ejemplo, a veces veo que mucho nos falta para entenderos , tan mal aprendidos estamos, pero en otros casos, menos, asi que noacepto tampoco que me queiran dominar de alguna forma,ni que para amar bdeba hacer otra cosa que amr y regalar lo qeu tengo y quiero, sin más atduras ni obligaciones que el amor que sienta.
CON RESPECTO A TODO LO QUE SINAY DICE DE LA MENTALIDAD DE ESTA SOCIEDAD LAS ACTITUDES DEL MACHO EN EL PEOR SENTIDO, ABSOLUTAMENTE CIERTO. POCAS MUJERES INICIAN GUERRAS LA TATCHER YA SE SABE QUE ERA UN MACHO CON TETAS.
Si, hay extinciones saludables, que alivio cuando se produzca, nenas (y chicos)! -que creo que en mi, falta aún por extinguirse algo-
Estupendo (incluso con lo ya sabido) este Sinay
otro abrazo ,cada vez abrazamos mejor , gracias adanes y lilihtes, o lilithas