7/5/10

La araña frágil

Posada Poiesis proviene de otras dos bitácoras ya conocidas por alguno de vosotros. Por una parte, llevo ya buen tiempo en esto de los blogs y me apetecía cambiarme de casa. Por la otra, es un intento de articular dos vertientes que hasta ahora habían estado separadas: las artes y, si se quiere, la metafísica. Hubo un breve entreacto en el cual me planteé dejar de escribir bitácoras, pero no me duró mucho. Realmente necesito escribir, comunicar, no ya como mero ejercicio individual sino como ejercicio de instrospección compartida. Las posibilidades que da la red me ha permitido, a lo largo de estos años, ampliar mi visión de lo que es un diario personal. Los escribo desde que tenía unos once, aunque es obvio que las limitaciones del papel -y del pudor- los convertía en objetos autistas para ser guardados en los fondos de un escritorio y nunca ser vistos, ni leídos. No olvidemos que el diario personal es un buen entrenamiento de autocorrección y autodescrubrimiento para cualquier escritor primerizo. Surje, normalmente, de un impulso, una necesidad de poner orden en la realidad, y en algún momento puede llegar a convertirse en un objeto literario. O no.

Como sea, Posada Poeisis no será un objeto literario al uso, pero puede serlo. Depende de vosotros juzgarlo así o no. Yo preferiría definirlo, más bien, como un objeto interactivo líterovisual. Para mí, la existencia del blog pone en entredicho todos los conceptos que se tenía hasta ahora sobre la relación entre público y creador. Me encantan los libros, sin embargo, la interactividad es un concepto nuevo que no existía hasta la llegada de Internet. El hiperespacio es horizontal. Se acuñan términos como blogonovela o ciberpoesía, y empiezan a salir a la calle libros en papel de escritores que antes estaban en Internet. A la vez, se retorna al incunable: gente creando libros-objeto que se venden en galerías de arte: que es lo que son los libros-objeto, piezas verdaderamente artesanales, códices del siglo XXI. Lectores entusiastas comentando una blogonovela, y no sólo eso: re-haciéndola en su propia exégesis. Al abolirse la línea vertical que sitúa al Autor por encima del anónimo lector -no olvidemos que el escritor antes de autor ha tenido que ser lector, o cuanto menos, oidor-; ambos tienen la posibilidad de interactuar. A la pieza literaria en cuestión se le podrá añadir, además, un vídeo, un background o un repertorio de links. Al abolirse la verticalidad de las jerarquías, lo que cambia es el vínculo. La interactividad ofrece al lector la posibilidad de convertirse en participante activo de un objeto artístico, interactividad que en la dimensión del papel se le haría imposible. Lectores entrando diréctamente en la bitácora de un autor sin la criba previamente recortada, aderezada y cosmética de la crítica literaria al uso. Autores al desnudo, sin el apalancamiento o el respaldo de críticos y, por supuesto, editores. O sí. Autores conocidos y nuevos autores conviviendo en el espacio infinito, siempre caótico y por tanto siempre dinámico, creativo y re-creativo, de la red.
La red: autores escribiendo gratis por el mero placer de escribir ¡qué ingenuidad!; placer que tarde o temprano acabará convirtiéndose en necesidad. Una tarea solitaria, y no obstante compartible y comentable. Uno tiende a repetir lo que resulta placentero, y no puede haber literatura, o arte en general, sin que haya en alguna medida necesidad. Pareciera que la condición del arte fuera la escacez, y no la saciedad. La escacez -en todo su espectro, me niego a que esta palabra se asocie únicamente a la idea de mercado- promueve la creatividad en todos los ámbitos de la existencia, y en lo que respecta al arte, es su total y absoluta gratuidad en el momento de la creación, lo que lo hace genuino. Siempre lo fue y siempre lo será, y la red resulta ser un importante caldo de cultivo. Ahora el autor puede beber de otras fuentes en simultaneidad, y tanto, que empieza a resultar inconcebible un autor sin conexión a Internet. Sé que es discutible. Pero es una realidad que gente de la segunda y tercera década asume como en otro tiempo se asumía ir a una biblioteca o comprarse 14 libros en la FNAC. Es una realidad que la red ha transformado nuestra capacidad de acceder a la información y que nuestro vínculo con el lenguaje empieza a cambiar. Tendrán, pues, que cambiar los autores, y con ellos los géneros, y tendrán que actualizarse los editores. No es ni bueno ni malo: es lo que es. ¿Qué sería de nosotros hoy día si Bourroughs hubiera tenido a mano un ordenador a la hora de crear su cut-up? De ser así, ¿creeis que a alguien se le ocurriría discutir que la literatura escrita en red es de peor calidad que la publicada en un libro?¿Por qué, porque no pasa por la criba de unos críticos y sí, en cambio, por la de miles de lectores ávidos de una literatura de carne y hueso que puedan elegir ellos mismos?¿Quién decide qué puede leerse y qué no? Y sobre todo, ¿con qué criterio, y de qué o quiénes depende ese criterio?

Si el problema es pecuniario, pues nada. Basta con cerrar la revista, el blog o la web y cobrar por su acceso. Hay escritores que lo hacen. Me parece perfectamente legítimo. Yo no pagaría por entrar en una página, pero hay quienes lo hacen, y está bien. Los lectores que le sigan -y serán sólo los lectores- pagarán por su acceso igual que cualquier hijo de vecino que quiera comprarse un libro. Leer en mi PC, y en la cama, es un gustazo: pesa algo más que un libro, tiene luz propia y ni siquiera necesito volver las páginas. No me importaría almacenar toda una biblioteca en mi PC. El libro es un objeto atractivo pero no es más que un medio, y aunque hace unos… veinte años me hubiera resultado inconcebible leer un texto en una pantalla iluminada, esto pasó hace ¡¡veinte años!! y hoy no le encuentro la diferencia. Para mí los únicos libros irremplazables son los incunables y los códices. Ah, y los libros objeto. Sin embargo, hay un problema a tener en cuenta, y es que Internet, dada su naturaleza virtual, es de por sí frágil. Si a ello le sumamos su juventud en conjunción con nuestra veterana estupidez como especie en materia de auto-depredación, o acaso -y esto no es ningún delirio- la eventualidad de un viento solar de gran magnitud que no pueda preveerse, no se descarta la posibilidad de que en algún momento vaya a colapsar. Y como muchas creaciones-proyecciones del sapiens, sus ventajas podrían convertirse, paradógicamente, en su propio cepo: esa naturaleza descentralizada y caótica de araña dionisíaca la hace frágil por su infinitud. No hay manera de controlar a la araña, y por muchas restricciones que se le pongan, hackers y crackers seguirán campando a sus anchas como avispas en su insondable tejido digital.
Hemos sido capaces de crear la más grande biblioteca de Alejandría jamás imaginada, y no porque contenga todo el saber erudito -que ése está de verdad, pero en las bibliotecas físicas- sino porque contiene toda la información, que no es lo mismo que el conocimiento. Si el saber erudito contiene las neuronas, Internet contiene los neurotransmisores. La red no sólo nos proporciona el espacio y el vínculo, sino que modifica la cognición. La expande. De ahí que un mismo objeto pueda ser observado de aquí a la China desde miles de millones de puntos de vista, lo cual hará posible que sea modificado, reformulado, recontextualizado, reinterpretado y recreado, sometiendo al ámbito comunitario la figura hasta hace poco “exclusiva” del Autor. Hoy, el autor es múltiple, se hace inclusivo, y la obra se ha vuelto monumental: un cadáver exquisito elevado a Pi. Internet es lo más similar a una conciencia global unificada en constante expansión. La araña original ha muerto, ha crecido o quién sabe por dónde andará. Ha perdido el control de sus vástagos, que se reproducen a velocidad espasmódica, muriendo al instante en beneficio de su propia mutación. De alguna manera, también Internet es un incunable.
Recuerdo la primera vez que llegó a mi cabeza la palabra blog. Fue un día de entre semana, a las siete de la mañana y en el metro. Alguien había sacado una nota sobre el asunto en el diario homónimo: cuando supe lo que era, me pareció un chollo. No pasó ni un año antes de que estuviera montando mi propio blog. Mi pequeña parcela en el universo de la red. He visitado muchos, aún los visito, e inclusive he llegado a establecer algún vínculo con otros bloggers más allá de la red. He leído muchas opiniones sobre el fenómeno blog: hay quienes consideran que no es sino otro tinglado de exhibición narcisista, hay quienes lo usan como red social, hay quienes lo aprovechan como página publicitaria, hay quienes ejercen un periodismo de afición… o hay quienes, como yo en su momento, lo utilizan como tablao de autoflagelamiento confeso, como plataforma de lanzamiento para ciertos textos o exposiciones, y como vomitorio. También como espacio para la reflexión, rockola y difusión de vídeos.
Posada Poiesis es mi tercera aventura blogger después del Kosmonauta del azulejo y Fata Morgana. Como reza la presentación que está en la sidebar, lo que se pretende en él es integrar las dos vertientes que en los otros estaban deliberadamente separadas: arte y conciencia. El por qué es simple: sólo hay una Roxana, no dos. Conozco los riesgos de un blog como éste, y los asumo. Básicamente, los riesgos que puede entrañar una bitácora donde se planteen asuntos tan diversos como poesía y enteógenos, por poner un ejemplo. Y aunque sé que para unos esa dicotomía resultará perfectamente compatible, habrá quienes la consideren inconciliable. Desde luego, puedo tolerar que así sea siempre y cuando se hable desde el conocimiento y no desde el prejuicio.

Hubo un tiempo en que, como a muchos, me iban las polarizaciones y me definía claramente de izquierdas, aconfesional, atea y feminista, siempre plantando municiones: eran los tiempos del Kosmonauta del azulejo. Pero mi lenta inmersión en, que diría Juan de la Cruz, esa noche oscura del alma que abre puertas a una nueva forma de percepción, ha dado lugar a una mayor flexibilidad. Esto hizo que el Kosmonauta empezara a perder fans (hubo quien, inclusive, llegó a llamarme facha sólo porque intentaba señalar la diferencia entre un ateo y un agnóstico; pero en fin, otros tiempos). Después de una breve pero intensa incursión por las plantas maestras, me abrí Fata Morgana, un blog sobre enteógenos y raras experiencias instrospectivas. 
Pero me hundí en la ruina de una de esas noches, y decidí cambiar de casa. Y aquí estoy ahora, tanteando con mis patas el fino tejido de la arana frágil mientras intento unir unas partes... que nunca han estado separadas.
Bienvenidos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta este post. A ver si se cumple todo lo que se promete.
Salud con mèrde!
S.

Anónimo dijo...

Por cierto, si es pieza literaria o no. Como bien dices, eso depende del receptorio, y para mí de momento es pieza bella. Rosa con gris va bien y la dueña (veo que es dueña, siento lo de .compilador. que puse en el otro comentario) se hace entender. sigo por aquí otro rato.
S.

Kosmonauta del azulejo dijo...

Bienvenido, S.

tula dijo...

estoy seguro de que funcionará....
un beso, ..viajera.

Mercedes Thepinkant dijo...

Puedes cambiar de casa, de ropa, de amigos y de circunstancias pero tu esencia siempre estará contigo, te guste o no, es tuya. La cuestión es aprender a vivir con ella, conocerla y sacarle partido.
!Animo! Y da igual que te llamen facha o lo que sea. Como decía Gurdjieff no se puede considerar tanto a la gente, es como darles tu poder, harán con el lo que quieran.
Besos, nos seguimos.